
París va siempre va unida a una esencia mágica que siempre que la visito se apodera de mí. La magia de París. Es el misterio que desprenden muchas de sus esquinas, edificios, iglesias y bares. Sobre todo durante la noche, cuando se respira más calma y sólo son unos pocos los que caminan por sus calles y arrabales. Durante la media noche, sentir como la brisa del río Sena acaricia el rostro y ver en él reflejado la luz de la luna desde cualquiera de sus famosos puentes. Y de lejos, oír el chirrido del metro mientras se desplaza por los raíles del Pont de Bir-Hakeim.