
Regálame una mirada, cobarde. A ti no te cuesta nada. Para mí, el precio es incalculable. Regálame una de esas que van acompañadas por una tímida sonrisa que arquea los labios pero no enseña casi la dentadura. Un regalo tan barato y al mismo tiempo tan preciado. No seas cobarde, alza la vista, y fíjate en tu alrededor, regala más alegrías y de bien seguro serás muy obsequiado también.